
Donde hay hielo hay frescura para dos.
Para dos: por eso te hice venir.
Un aliento tal de fuego te rodeaba -
venías de la rosa.
Pregunté: ¿cómo te llamaban allí?
Me nombraste aquel nombre:
un viso de ceniza lo cubría -
de la rosa venías.
Donde hay hielo hay frescura para dos:
yo te di el doble nombre.
Tú abriste tu ojo debajo -
Un fulgor cubría el hoyo en el hielo.
Ahora, dije, cierro el mío - :
¡Toma esta palabra - mi ojo la dice al tuyo!
¡Tómala, dila como la digo,
dila como yo, dila despacio,
dila despacio, demórala,
y tu ojo - ¡manténlo abierto en tanto todavía!
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